LA QUIMERA DEL LAGAR DEL EDÉN
Mientras sueños y memoria nadan juntos
en el vaivén eterno de los mitos,
pasado y futuro se irradian
como sombras con sed de luz
en su búsqueda incesante de sentido.
Ansiamos ser testigos de naufragios y triunfos
y buscamos trascender
con la vehemencia cósmica del espíritu del agua.
Pero juventud sempiterna es quimera vana
que produce nostalgia, dolor y miedo
en el ignoto venero de la frágil condición humana.
El tiempo es refugio que acecha como enemigo fiero.
Es promesa de abriles, caudal dorado y manantial del alma,
o lecho dormido como vena seca que vierte al olvido.
Paradójico espejismo, florilegio de emociones,
aguas puras y cambiantes de las que manan
dicha, miseria, esperanza y desvelo.
Y no hay tierra ni cielo ni río que haga volver la corriente.
Libamos recuerdos y anhelos
con delectación confluente:
el tiempo es a partes iguales
fuente de vida y pozo de muerte.
Para Luis Mateo Díez, con su permiso, desde su filosoferio, en el que el Locus Amoenus se funde con el Locus Nemorosus en una historia provinciana en la que confluyen razones y pasiones, y donde el autor bruñe la palabra con solercia y estro poético.
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