Reseña del poemario El imperio del tiempo, de nuestro secretario Antonio Togores Torres, escrita por el socio Francisco Delgado-Iribarren, y publicada en la revista cultural Proverso.
Luchando
con versos contra el imperio del tiempo
El
tiempo es el segundo mayor de los imperios. Por encima de él, solo está el
imperio de la eternidad, el imperio de Dios. Todos los imperios terrenales están
sometidos al imperio del tiempo. Los imperios se apagan como luciérnagas, como
en el haiku de Borges:
¿Es
un imperio
esa
luz que se apaga
o
una luciérnaga?
Antonio
Julián Togores Torres (La Coruña, 1955) tiene la gallardía de confrontar sus
versos con el imperio del tiempo. Ese es el título, elegante, imponente, de su
obra, que consta de treinta poemas. Publicado en marzo de 2021, el nombre de la
editorial también nos remite al concepto inabarcable del tiempo, pues suponemos
que viene de Michael Ende, autor de La historia interminable.
La
edición se presenta muy cuidada, con una portada brillante que recrea el
engranaje del tiempo. En una de las solapas vemos una foto del poeta, junto a
un cuadro (parece de Van Gogh) en el que aparece un hombre leyendo en campo
abierto, es decir, haciendo buen uso de su tiempo.
Los
treinta poemas mantienen cohesión estilística y temática. Emplean una amplia
variedad métrica (de 3 a 14 o más sílabas) y recurren frecuentemente a la rima,
donde predomina la asonante sobre la consonante. Algunos de los poemas (Fuego,
Río, Incautos personajes) tienen forma de romance.
El
tono es solemne, limpio, claro, reflexivo, filosófico, metafísico. Togores
Torres muestra un gran amor por las palabras, las cuida y las entrelaza con un
ritmo cadencioso, melódico, lírico. La musicalidad y sensualidad de algunos
poemas recuerdan al Bécquer de las Rimas:
Sí,
te veo. Sí, te reclamo. (Togores)
Oh
ven, ven tú. (Bécquer)
*
Recoge
tus ardientes alas,
Mariposa…
(Togores)
Volverán
las oscuras golondrinas... (Bécquer)
Antonio
Togores es un poeta romántico, y por eso en ocasiones recuerda a Bécquer, en
otras a Espronceda y en otras a Rosalía de Castro. Incluso dentro del mismo
poema, como es el caso de Muerte viva.
Recuerdo
un día triste
donde
mi felicidad fue poder amar. (Togores)
Yo
no sé lo que busco eternamente
en
la tierra, en el aire y en el fuego. (Rosalía)
La
estrofa continúa con:
Donde
mi alegría, la libertad;
Donde
mi honor fue la verdad;
Y
mi camino, la soledad.
Que
recuerdan a La canción del pirata de Espronceda:
Que
es mi barco mi Tesoro,
Que
es mi Dios la libertad…
Togores
Torres lleva muy a gala ser gallego, y eso se nota en el carácter
contradictorio y ambivalente de este poema, donde no se sabe si sube o baja,
donde expresa unas dosis de morriña dignas de su paisana Rosalía. Solo por los
mencionados dos primeros versos merecería el premio al gallego del año.
El
poema Quisiera comprar recuerda de nuevo al Bécquer de los anhelos
imposibles, expresando ese ansia tan común en los poetas de despojarse del cuerpo
y ser todo alma, de alcanzar la libertad total del espíritu.
En
Más bella, expresa la angustia y la zozobra del enamorado, cantando y añorando
a la amada ausente,
Eres
tú mi silencio,
Eres
mi dolor,
Eres
todo mi deseo.
A
continuación, en Fiel amigo, escribe la pasión del corazón arrebatado:
Tu
corazón a tiras no lo quiero.
Si
te doy el mío, te lo doy entero.
En
el poema Dices se manifiesta el poeta incomprendido:
Y
no me creo comprendido,
Pues
solo puedo comprenderme yo.
En
Vivir de pensamientos lanza una serie de preguntas desgarradas a Dios:
¿Por
qué en este mundo tengo que vivir yo?
¿Por
qué es tan lento que todo sea amor?
¿Por
qué no sabemos que en esta vida existe tu amor?
¿Por
qué solo los valientes pueden aguantar el dolor?
Togores
señala la falta de correspondencia entre “este mundo de dolor” con “ese Dios
que es el amor.” Es un poema muy profundo, muy espiritual, muy religioso, que
culmina con una pregunta desgarrada:
¡Oh
Dios! ¿Por qué la muerte no es antes que el dolor?
Pero
el orden es el que es, ya lo dijo Cervantes: “No hay recuerdo que el tiempo no
borre ni pena que la muerte no acabe.”
El
tiempo, “que ni vuelve ni tropieza” (Quevedo), está presente en todo el
poemario, en algunos versos de forma explícita:
¡Sé
vivir con el tiempo!
*
No
perdamos tiempo, cariño.
*
El
ultimo adiós del tiempo.
Pero
también hay espacio para un paisaje querido, como es la ría ferrolana.
Es
mi ría ferrolana,
Es
mi ría del alma.
En
el inquietante Alcé la vista se aparece en la noche el fantasma del
padre muerto, como en el Hamlet de Shakespeare. Es un poema sensible,
delicado, conmovedor.
Fuego
y Río son dos poemas ambiciosos, con forma de romance y con fuerza
simbolista. El poeta se identifica y se funde con los elementos naturales.
Y
yo, que soy el Fuego,
Desgraciado
ser, te digo
Que
a salvarte vengo.
*
Es
este un río que ama,
Es
este un río que deslumbra,
Es
este un río que no pide nada…
En
Sombra de un nombre aparecen la violencia, la rabia, las oscuras
pasiones humanas.
Porque
no soy el vagabundo que vela
El
amanecer de la Estrella en que nací.
En
definitiva, se trata de un poemario honesto, crudo, desgarrado, profundo, que
se adentra en las complejidades del alma humana, en su anhelo de amor, en su
soledad, en su dolor, en su debilidad ante el mundo implacable, en su
fragilidad ante el imperio del tiempo. Léanlo antes de que sea demasiado tarde.
Francisco
Delgado-Iribarren Cruz
Mombasa, Kenia
12. IV. 2023.
Muy agradecido a Pachi por su visión comparativa y reflexiva sobre mi poemario "El imperio del tiempo".
ResponderEliminar